La Gata Negra De Mi Abuelita |
La Gata Negra De Mi Abuelita
Me quedo elevada entre este tiempo de CV19 y en aquel día cuando la gata negra de mi abuelita se
detuvo mirándome sutilmente.
Ahora me encuentro aquí, al otro lado del océano y es Abril del 2020.
Todo está tranquilo pero en la
madrugada cuando despierto y creo estar preparándome para enfrentar esta inmovilidad que ha traído
la Pandemia me encuentro con mis propios miedos y retos.
Creo que he dado un salto de escape en mis pensamientos y comienzo a correr para llegar de nuevo a
su casa ... a la casa de mi bella abuelita.
Voy a la puerta y golpeo, escucho su voz,
Quien es? Soy yo abuelita María.
Me estremezco con su sonrisa y la abrazo.
Sigo pensando que ella, Maria se encuentra todavía allí, en el mismo lugar caminando suavemente
mientras riega su jardín.
Oh! y como olvidar las arepas y el chocolate caliente que ella preparó para mi esa mañana.
Ahora sé
que no fue un simple desayuno.
Era nuestro momento, era el momento que marcaría mi corazón para no olvidarla.
Allí aparece una vez más muy delicadamente y atenta la gata negra de mi abuelita que se detiene
mirandome sutilmente, me parecía que estaba de nuevo nostálgica pero que lo entendía ...
Prosigo por recorrer de nuevo todas las habitaciones de la casa.
Escucho la lluvia que golpea fuertemente en los tejados y se prenden las luces de la cocina que alumbra
el jardín en medio de la noche.
Quizás fue Dios y el universo o las voces de mis antepasados que se pusieron de acuerdo para darme
ese regalo; ese momento que lo llevo con tanto amor en mi corazón.
La gata negra de mi abuelita sabía del pronto vuelo que estaba por hacer María, yo también lo sabía.
Era nuestro secreto aunque mi lógica no lo sabía.
Ayer me he reído a carcajadas y sentí que lo hacía como ella.
Autora: Sandra Vittinghoff
En dedicación a mi bella María
La Gata Negra De Mi Abuelita
Me quedo elevada entre este tiempo de CV19 y en aquel día cuando la gata negra de mi abuelita se detuvo mirándome sutilmente.
Ahora me encuentro aquí, al otro lado del océano y es Abril del 2020.
Todo está tranquilo pero en la madrugada cuando despierto y creo estar preparándome para enfrentar esta inmovilidad que ha traído la Pandemia me encuentro con mis propios miedos y retos.
Creo que he dado un salto de escape en mis pensamientos y comienzo a correr para llegar de nuevo a su casa ... a la casa de mi bella abuelita.
Voy a la puerta y golpeo, escucho su voz,
Quien es? Soy yo abuelita María.
Me estremezco con su sonrisa y la abrazo.
Sigo pensando que ella, Maria se encuentra todavía allí, en el mismo lugar caminando suavemente mientras riega su jardín.
Oh! y como olvidar las arepas y el chocolate caliente que ella preparó para mi esa mañana.
Ahora sé que no fue un simple desayuno.
Era nuestro momento, era el momento que marcaría mi corazón para no olvidarla.
Allí aparece una vez más muy delicadamente y atenta la gata negra de mi abuelita que se detiene mirandome sutilmente, me parecía que estaba de nuevo nostálgica pero que lo entendía ...
Prosigo por recorrer de nuevo todas las habitaciones de la casa.
Escucho la lluvia que golpea fuertemente en los tejados y se prenden las luces de la cocina que alumbra el jardín en medio de la noche.
Quizás fue Dios y el universo o las voces de mis antepasados que se pusieron de acuerdo para darme ese regalo; ese momento que lo llevo con tanto amor en mi corazón.
La gata negra de mi abuelita sabía del pronto vuelo que estaba por hacer María, yo también lo sabía.
Era nuestro secreto aunque mi lógica no lo sabía.
Ayer me he reído a carcajadas y sentí que lo hacía como ella.
Autora: Sandra Vittinghoff
En dedicación a mi bella María
Me quedo elevada entre este tiempo de CV19 y en aquel día cuando la gata negra de mi abuelita se detuvo mirándome sutilmente.
Ahora me encuentro aquí, al otro lado del océano y es Abril del 2020.
Todo está tranquilo pero en la madrugada cuando despierto y creo estar preparándome para enfrentar esta inmovilidad que ha traído la Pandemia me encuentro con mis propios miedos y retos.
Creo que he dado un salto de escape en mis pensamientos y comienzo a correr para llegar de nuevo a su casa ... a la casa de mi bella abuelita.
Voy a la puerta y golpeo, escucho su voz,
Quien es? Soy yo abuelita María.
Me estremezco con su sonrisa y la abrazo.
Sigo pensando que ella, Maria se encuentra todavía allí, en el mismo lugar caminando suavemente mientras riega su jardín.
Oh! y como olvidar las arepas y el chocolate caliente que ella preparó para mi esa mañana.
Ahora sé que no fue un simple desayuno.
Era nuestro momento, era el momento que marcaría mi corazón para no olvidarla.
Allí aparece una vez más muy delicadamente y atenta la gata negra de mi abuelita que se detiene mirandome sutilmente, me parecía que estaba de nuevo nostálgica pero que lo entendía ...
Prosigo por recorrer de nuevo todas las habitaciones de la casa.
Escucho la lluvia que golpea fuertemente en los tejados y se prenden las luces de la cocina que alumbra el jardín en medio de la noche.
Quizás fue Dios y el universo o las voces de mis antepasados que se pusieron de acuerdo para darme ese regalo; ese momento que lo llevo con tanto amor en mi corazón.
La gata negra de mi abuelita sabía del pronto vuelo que estaba por hacer María, yo también lo sabía.
Era nuestro secreto aunque mi lógica no lo sabía.
Ayer me he reído a carcajadas y sentí que lo hacía como ella.
Autora: Sandra Vittinghoff
En dedicación a mi bella María
Prima es algo muy lindo recordar todos esos bellos momentos que disfrutaste a su lado cuando viniste a visitarla, creería que todos los nietos disfrutamos mucho, dejarnos atender por ella, con sus arepitas y sus ricos desayunos y por supuesto con esa sonrisa con la que siempre nos recibía cuando llegábamos a su puerta, pasan los días y no es fácil saber que ya no está con nosotros, hay que aferrarnos a todos los bellos momentos compartidos a su lado.
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